Una Muñeca Rota
Quiero escribir esta historia, no la mía, la de una muñeca que encontré en la morgue. Normalmente la gente que llega aquí han recorrido décadas hasta que la vida se agotó y dijeron adiós tranquilos; hay un orgullo de haber vivido; pero hoy me encontré con algo distinto.
Hoy llegó una muñeca rota, era el rostro de la inocencia, tenía la piel suave y llena de vida, pero su aliento se había agotado. La sostuve con mis brazos antes de pasarla a la camilla, pude sentir su peso más ligero: se había liberado.
Parecía que estaba a punto de flotar, de empezar a volar con esos pequeños brazos delgados, pero no, se quedó inerte y fría. Toqué sus manos y las vi manchadas: ella se había traído a sí misma hasta acá.
Nos forzamos a creer que todo tiene solución, que todo se lo puede llevar el tiempo, pero en cuanto vi la vida que había terminado así supe que hemos estado en un error, hay dolor que no se acaba, hay sufrimiento que te sigue a donde sea que vayas y no te deja olvidar.
Paz es lo que deseo para esta muñeca.
Encontré un hoyo en su cabeza, un espacio cubierto con sangre. Entendí que estaba silenciando lo que la perseguía en su interior, había hecho un agujero donde pudiera escaparse todo el dolor, todo el pasado. La vida la estaba rompiendo, agotándola con cada respiro, y ahora está ahí frente de mí con una sonrisa tranquila en su rostro.
Ella tomó el camino del olvido, buscó la nada, la calma y ahora duerme tranquila.
Bienvenida Muñeca, has encontrado unos monstruos que cuidarán de ti en la oscuridad.