Restauración, cubriendo un libro de flores.
Cuando el paquete de Paraíso Perdido llegó a la morgue, me escabullí entre los pasillos hasta llegar a él y sostuve el libro de Restauración entre mis brazos.
Una vez que lo tuve conmigo en mi habitación lo cubrí de flores para poder leerlo.
Así es cómo entré a esta historia sobre una chica que al restaurar una casona de la Ciudad de México comienza, sin saberlo, a restaurar también una historia que fue enterrada ahí mismo.
No es necesario que se narren sucesos de violencia física o sangre para poder entender el dolor que se vivió en esas paredes, cómo una mujer fue reducida a un objeto al que se le prohíbe hablar, perdiendo poco a poco el poder sobre sus acciones y su destino.
A su vez la misma chica que ahora vive en esta casa se va hundiendo en un juego similar mientras descubre los secretos que se esconden tras las puertas cerradas con llave.
Es un México que no nos es desconocido, es el país surrealista en el que los vivos conviven con los muertos y donde los recuerdos pesan tanto que se niegan a irse de este mundo.
Cada página merecía una flor.
Ave Barrera nos lleva por una narración donde el arte de la fotografía se transmite de generación en generación sólo para los hombres de la familia; pero también es usada como instrumento para volver "musas" y maniquíes a las mujeres quienes deben de posar como espectadoras de lo que se haga con su cuerpo.
Finalmente estas mujeres son reducidas a huesos enterrados en un jardín o pacientes psiquiátricos que hablan sin sentido. Se vuelven la tierra de la que nacen los árboles con frutos y los recuerdos que siguen trayendo luz a la casa.
La autora logra hablar de temas sensibles como violencia de género, feminicidios y abuso sexual de una forma tal que se siente como un lenguaje poético y una buena forma de homenaje para todas aquellas que cayeron durante la batalla.
Finalmente cerré el libro y lo guardé en mi librero con un girasol que acompañe esos recuerdos atrapados ahí.