Una vida surreal
Leer sólo en día de Muertos.
Vengo de un lugar donde tenemos un día para recordar a quienes amamos y se han ido. Creemos que siguen aquí mientras pronunciemos su nombre, a nosotros la muerte no nos rompe el corazón, al contrario, la muerte es sólo una extensión de la existencia.
Como embalsamadora, a diario convivo con cadáveres que caen aquí en el olvido. Muchas veces nadie llega a reconocerlos, confían en que esta Morgue está abandonada y sólo continúan su camino. Yo intento darles un último suspiro, o al menos un último recuerdo.
Cuando era una niña le temía a la muerte, pensaba que era doloroso. Poco a poco la fui viendo como un ser, como alguien rechazado como nosotros, esa mujer de negro que vaga sola por el mundo haciendo un trabajo tan difícil. En un momento ya estaba obsesionada con ella, tanto que hasta el día de hoy me imagino que la invito a la sala de nuestra casa y le invito un té. Sólo la idea de contemplarla me traería paz, me haría saber que aquellos que se han ido no están perdidos.
Recuerdo el primer funeral en el que lloré. Llevé flores de colores porque estaba convencida de que la persona podía saber que fui yo quien las llevaba y si traía unas convencionales se iba a confundir, creyendo que yo no había ido.
Dormí ahí, a lado del ataúd porque esa era nuestra despedida y tenía que aguantar el mayor tiempo posible despierta, aprovechar cada momento a su lado.
Nuestro país es tan surreal, pero, finalmente es el único lugar donde podemos soñar y convivir con los muertos.
Ahora que soy un monstruo celebro estos días, creo que no se trata de llorar, se trata de reír y de abrir la puerta a que vuelva quien nos ha estado buscando. Esta noche abro mi corazón para todos ellos que quieran venir, tomar un poco de mis plumas y regresar volando, Pongo flores de colores junto con velas para pedirles que nunca me olviden.
Hoy estaremos una noche más juntos.