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La Chica Llamada Cuervo

Desaparecer

Desde hace varios días veo la luz de la ventana de en frente prendida. Es la casa de mi vecina, una chica que vive sola, su ventana está justo frente a la mía; como era de esperarse, a ella no le gusta ser vista y menos por un ser tan extraño, así que siempre cierra la cortina y mantiene la luz apagada.


Cuando ha llegado a prenderla o a abrir la cortina, he podido distinguir que esa no es su habitación, es una habitación extra en su casa, una esquina que mantiene olvidada y la que casi nunca va; pero ahora, pareciera que nunca sale de ahí.

La luz no se paga, las cortinas siguen cerradas, pero nadie sube a la última habitación a apagarla.


Han pasado los días, pensé que al llegar la noche la vería apagada, pero sigue así. En mi cabeza me he creado hipótesis sobre lo que podría estar pasando, me imagino que ella también me ve a mí a través de las cortinas y se ha obsesionado con entender la vida de un monstruo, que le fascina la oscuridad que nos rodea en la Morgue, pero no, por más que intento acercarme, no percibo su mirada a través de la ventana.


Llegó el cuarto día y la luz continúa encendida. No ha llegado ningún familiar, nadie la ha visitado, la puerta principal continúa cerrada y esa luz continúa encendida.

¿Es acaso que ella ya no está ahí? ¿Dónde más podría estar?


La curiosidad estaba matando la última parte humana que sobrevivía en mi cerebro. Por momentos me imaginaba a la vecina escondida, esperando a que yo llegara y empezáramos un juego de escondidas, pero...¿si quería jugar conmigo por qué no avisarme?

Decidí dejar las especulaciones y dirigirme a su casa.


Toqué la puerta, tenía un velo negro que me cubría el rostro, casi parecía un humano normal. No hubo respuesta.

Escalé la pared.

Subí hasta su techo.

Rompí una ventana y por fin entré a la habitación.


El lugar era mucho menos impresionante de lo que me había imaginado. Estaba lleno de cajas de cartón con ropa vieja y fotos llenas de humedad.

Ahí, entre las cajas, sosteniendo algunas fotos, estaba el cuerpo de mi vecina. Me acerqué a su rostro, puse el mío sobre el suyo pero no percibí ningún signo de vida. No sé cuánto tiempo estuvo en esa habitación sola, abrí la cortina, el árbol de afuera cubría toda la vista: ella nunca me vio cuando yo la veía, sólo se paraba a ver el árbol y se escondía del mundo exterior.


Cargué su cuerpo, pesaba muy poco, estaba completamente consumida. La enterré en su jardín junto con algunas de sus fotos. Volví a la casa y apagué la luz de su ventana. Al menos así ambas estaremos en paz.

De camino a la Morgue escuché que sonaba su teléfono, seguramente alguien de su pasado, alguien de las fotos, la buscaba por primera vez en años.


Cuando ellos vengan a buscarla sólo encontrarán recuerdos

nostalgia,

pero no a ella,

y creerán que desapareció. Sin embargo, yo sé dónde está, y de vez en cuando me paseo por su jardín, riego sus plantas y le cuento historias a la tierra que piso, historias de otros tiempos y sé que sonríe porque las plantas crecen y la luz de la habitación se ha vuelto a encender.





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