El encuentro
- La Señora V
- 15 abr 2021
- 3 Min. de lectura
Es probable que apenas él lo recuerde, sin embargo, en mi memoria ha pertenecido como una estampa imborrable que el tiempo no puede retirar. Soy capaz de olvidar lo que hice el día de ayer. Por más que lo intente, ese instante de nuestro encuentro no puede pertenecer al olvido. En la memoria, la voluntad no tiene reino. Puedo describir su tono de voz molesto por no ser neutro, su insoportable neurosis que aleja al mundo, su mirada oculta que se asoma cuando cree que nadie lo ve. En él habita un otro. ¿Quién es?
Esa tarde fui a casa de Guadalupe, me dijo que me pusiera algo más que mis jeans y camisas de algodón. Hay un mundo más allá de los libros, dijo, pero no por ello más interesante, quise responder, pero preferí el silencio. Compré unos jeans más ajustados y una camisa de algodón con aplicaciones, peiné un poco mi cabello y me puse labial rojo. Sólo cambié la forma.
Llegó antes. Lo vi por la ventana mientras estacionaba el coche. Tomaba gin, su mirada expresaba lo que las palabras mantenían ocultas. La presencia tan cercana de aquella mujer parecía irritarle. Me atrajo su manera de no gustarle el mundo. Guadalupe me dijo que él era un caso perdido, la soltería es su vocación. Entendí las palabras, pero no ese instintito que te invita a la muerte y que se relacionaba directamente a estar con él.
El acto de dormir se convirtió en un viaje al mundo del no espacio y no tiempo, en donde la premonición puede mostrarse. No hubo manera de alejarme de él. Nuestro encuentro pertenece a un dictamen del Destino. Porque de otra manera no podría explicar esas voces que en el día me indicaban dónde y cuándo tendría que estar para encontrarlo.
En casa, la presencia de esa mujer comenzó a ser menos recurrente, las visiones se detuvieron y pude ver con claridad lo que me pasaba. Era una mujer enamorada, cegada por el impulso, por la fiebre de estar con él. Pronto esas voces en un principio lejanas, comenzaron a ser más agudas y mi cabeza dejó atrás la claridad y se convirtió en una obsesión que me tiene aquí.
Pasó mucho tiempo para que accediera venir a casa. Una noche, mientras cogíamos, vi el reflejo de esa mujer que nos miraba fijamente.
Está aquí
...me separé bruscamente y busqué por todos lados una prueba de su existencia. Me tomó de los brazos con fuerza, no te atrevas a dejarme así nuevamente. Se puso los pantalones y mientras abotonaba su camisa me miró fijamente. Por fin conocí a ese otro que su cuerpo habitaba.
Tuve miedo de lo que pudo haber pasado esa noche. Sin embargo, nada me tuvo. Lo necesitaba. El deseo de permanecer más tiempo en la casa y estar junto a él, se apoderó de mí.
Esta casa te está acabando
dijo Guadalupe mientras abría las ventanas y limpiaba la casa. Huele a muerto y comienzas a parecer un cadáver, comer un poco no te haría mal… Comimos fuera de casa y sentí el aire de los vivos, el sol caliente sobre mi piel, el sabor del salmón ahumando en mi paladar y esa necesidad imperante de olvidarlo, de abandonar la casa, de olvidar.

Esta morgue me hace preguntar si él vendrá a reconocerme, si al ver mi piel fría sentirá por fin algo. Guadalupe está junto a mí. Perdimos el control del auto mientras ella me llevaba a su casa. Pude ver por el retrovisor a esa mujer que habita la casa y girar el volante. Las voces aquí la conocen, mi alma no tiene lugar. Si él no viene, regresaré a casa. Busca coleccionar almas encerradas en la casa.
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