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Edgar, el coleccionista

EL GOLEM


Mi asistente, Tristán, vino alarmado del cementerio, a donde asistió para cumplimentar unos trámites que le encargué con el director del mismo.


—El señor González me contó que hace cosa de un mes, los trabajadores comenzaron a notar que aparecían pozos en las tumbas, de donde se extraía tierra. Sin entender el propósito, ni cuándo ocurrían estos hechos, solo los hizo rellenar.

“Otra cosa que le llamó sobremanera la atención, es que justo por ese entonces, desapareció un lote de cenizas del viejo crematorio, que solo se usa con cadáveres antiguos, ya que no ofrecen servicio de cremación.

“Por mi parte, Edgard, comparé las fechas, y para ese entonces, desapareció del banco de sangre del hospital una cantidad considerable de sobres del congelador.


—¿No es justo cuando comenzaron esas muertes sin explicación en el pueblo vecino?

—Así es. Personas influyentes, adineradas, poderosas, morían de un ataque cardíaco, con una mueca de espanto en el rostro, y solo un rastro de tierra en el piso. No se pudo resolver ninguno de los casos. El punto es que todos estaban relacionados con alguna maniobra ilegal o fraudulenta, sobre las que tampoco hay pruebas concluyentes.

“Uno de los perjudicados fue un grupo de gente de este pueblo, a los que se expropió tierras, con un documento muy extraño. Varias familias se quedaron sin techo, y una señora mayor murió de la tristeza.

“Al poco tiempo, el juez que dictaminó el desalojo, falleció, al igual que el empresario que se quedó con los terrenos.

—¿Quién es el representante de los desalojados?

—Natán, el nieto de la pobre señora que no toleró el atropello.

—¿No es Natán miembro del grupo de la Pacha Mama?

—Pues sí. ¿Va usted a consultar con su novia, Aurora?

—No. ¿Me acompañarías a hablar directamente con él? Tengo un presentimiento a respecto.


Y fuimos. Tanto él como toda la gente perjudicada se habían reubicado en un predio cercano al río, en viviendas muy rudimentarias, en condiciones sumamente hostiles y difíciles para sobrevivir.

No bien nos presentamos, y Natán nos franqueó la entrada a su humilde casa, percibimos la energía de los que poseen el don. Él también la captó en nosotros, lo que allanó muchas explicaciones de nuestra presencia.

—Me imagino, señores, que sienten curiosidad por lo ocurrido. ¿Tendré consecuencias negativas para mí?

—Depende de la naturaleza de sus actos. Si lo ha guiado el mal, no nos cuente nada, y nos retiraremos. Caso contrario, seremos los primeros en ayudarle.

—Pues es la justicia la que ha dirigido mis pasos. La búsqueda de ella con las fuerzas ocultas, ya que los hombres son corruptos y traidores.

“Las tierras que habitábamos anteriormente nos pertenecían genuinamente. Unos empresarios descubrieron un potencial económico en ellas para construir un complejo edilicio, y nos hicieron muchas ofertas para comprarlas por unos pocos pesos.

“Como nos negamos repetidas veces, fraguaron unos papeles, con la complicidad de poderosos, y nos echaron como perros.

“Perdí a mi abuela en esa estafa. No pude dejar así las cosas.

“Como miembro del culto que profeso, he estudiado mucho sobre ocultismo, y me concentré precisamente sobre un libro antiguo que involucraba a la tierra, precisamente.

“Concentré mis energías en crear una criatura que vengara los agravios sin justicia que recibimos. Una especie de Golem.

“Siguiendo un ritual determinado, mezclando tierra de las tumbas, cenizas de los muertos, y sangre, obtuve una arcilla con la que modelé una criatura que obedecía mis órdenes.

“Solo se despierta de noche, y responde a mis órdenes. Es un gigante de barro, que yo transportaba en mi camioneta. Jamás le di el mandato de matar a nadie. Le pedí que le hiciera ver a los corruptos su peor miedo, basado en sus propias consciencias sucias.

“Pensé que así recapacitarían sobre sus malas acciones cometidas, pero tenían tantas barbaridades en sus haberes, que se murieron de terror, por la gran cantidad de perversiones en sus almas impuras.

“En cuanto al Golem, hoy que es luna llena, le daré permiso de volver a su naturaleza de tierra y descansar. Pueden acompañarme al cobertizo donde está guardado.


Entramos a una precaria construcción de troncos con techo de paja, y nos encontramos con el monstruo de arcilla, con los ojos llamativamente vivos, y atentos absolutamente a Natán.

Él le tomó las manos de barro, lo abrazó, y le dijo una oración en voz baja.

El ser asintió, cerró sus ojos, y se fue desmoronando ante nuestra atónita mirada.

Pedí permiso a Natán para llevarme un poco de ese montón de tierra, y le prometí interceder para la devolución de sus tierras expropiadas.

Sé que conseguiré que se haga justicia.


El Golem les hizo ver a los corruptos un reflejo de los horrores albergados en sus propios espíritus putrefactos. No se podía esperar justicia de seres tan embarrados de impunidad y poder mal habido.

Pero queda gente honrada, que todavía defiende la moral y los valores.


Me lo recuerda el cuenco donde guardo la pequeña porción de la arcilla que fue la carne del gigante justiciero, que hizo enfrentar a los esbirros de la corrupción a sus miedos más abyectos.


Los espero, mis amigos en La Morgue, donde pueden tocar la arcilla del Golem, si lo desean.




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