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La Chica Llamada Cuervo

Gemela

Durante mucho tiempo creí que esta era mi historia, hasta que llegué al final y entendía que esta la historia de cómo un fantasma nos estaba trastornando la vida.



Los muertos que me rodean temen, lloran, extrañan, existen en una eterna nostalgia por sus cuerpos, su psique o por siquiera recordar quiénes fueron en algún momento. Flotan en un eterno Alzheimer que los nubla de saber cómo volver.

La muerte no es olvidar, no es dejar de existir...y esto lo aprendí de una mala manera, cuando uno de esos muertos clavó sus uñas en mi piel exigiéndome a verlo a los ojos. Una mirada y ya estaba todo dicho "yo era suya", de aquí al final.

Poco a poco comenzó a entrar a mis sueños, a susurrar en mis oídos y a tratar de pasarse debajo de mi piel, pero yo no se lo permití. Me mantuve fuerte ante sus intentos de poseerme, lo veía tras de mí en el espejo empujando su ser contra mi reflejo, desesperado por volver a sentir algo de sangre o al menos, dolor.


En las noches, lo escuchaba llorar debajo de mis sábanas mientras se aferraba a mi cuerpo pidiéndome que lo dejara entrar. Sus palabras ya no tenían mucho sentido ya que había olvidado cómo pronunciarlas, ahora sólo eran sonidos juntos, pero yo sabía lo que él decía porque cuando su mano se ponía sobre la mía, éramos uno solo.



Con el paso del tiempo el fantasma aprendió a leer mis recuerdos, creo que era porque son ideas muertas que pasaban a su plano y él podía entenderlas, entonces él se empezó a ver como yo, empezó a ser una versión mía unos días más joven, unos minutos...incluso segundos, pero nunca era yo al cien por ciento, así que me confié. ¿Qué poder puede tener un fantasma sobre mí? pensé mientras lo veía a mi lado como una gemela muda esperando su turno para vivir.

Mi error fue creerlo indefenso....mi error fue creer que no tenía malas intenciones.

A los pocos días de eso, el fantasma encontró la forma de matar mis momentos y así, sin darme cuenta, él tomó poder de mi presente.

Me volví yo la chica muda, la gemela que espera su turno para hablar.

Los demás muertos se acercaron, me perdí con ellos en la oscuridad mientras la vi a ella viviendo mi vida y lo supe: esta no era mi historia.




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