LA BÚSQUEDA DEL TESORO
Mariana recibió la primera cajita por correo, dos días después de que su esposo se fuera de la casa, al recriminarle la infidelidad recién descubierta.
—Me has roto el corazón. Me destrozaste la vida. Todo se me ha hecho pedazos…
No bien se marchó su marido, ella llamó a su amante, contándole la situación y advirtiéndole que tenga cuidado.
La respuesta de Raúl la dejó perpleja:
—Mejor que me avises. Prefiero que no nos veamos más…
—Creí que me amabas…He arruinado mi matrimonio por ti…
—No exageres. Estuvo bueno mientras duró. No me gustan las complicaciones. Verás que tu marido volverá en unos días. Nadie, en esta vida, muere sin cuernos…
Llorando amargamente, se dio cuenta del gravísimo error que cometió.
Al llegar la caja, pensó que tendría un obsequio, y una nota de disculpas, o de Miguel, su esposo, o de Raúl.
Pero al abrirla, tuvo que contener un grito: dentro había un dedo pulgar, con una cicatriz que reconocía de la mano de su amante.
Temblando, sacó la nota del fondo, y la leyó aterrada:
“Viendo que te gustan los juegos, para darte el gusto, ya que tu “entretenimiento personal” no quiere tener más contacto contigo, (aun así te envía un “me gusta”), te propongo una búsqueda del tesoro. Encontrarás la siguiente pista junto al aljibe, a la salida del pueblo.”
En un trance, en vez de llamar a las autoridades, se subió al coche, y salió siguiendo las instrucciones.
Tras el aljibe, halló la cabeza de Raúl, a la que le faltaban los ojos.
En su boca salía un notorio sobre.
Gimiendo como un animal herido, se acercó a la siniestra cabeza arrancada. Retiró el sobre manchado de sangre, y leyó la esquela que tenía:
“Si estás viendo esto, es porque te agradó el juego. Me alegra. Encontrarás la pista que sigue en la granja abandonada de los Pereyra. Besitos.”
Como un zombi, casi sin sangre en el rostro, se subió nuevamente al auto, y condujo hasta la granja.
A pocos metros de entrar al predio, encontró un espectáculo horroroso.
Con una sensación de estar viviendo una pesadilla, y que pronto despertaría, alzó el sobre y con ojos desmesuradamente abiertos, se abocó a su lectura:
“Espero que esta muestra de cómo se hace pedazos a una persona te sirva de lección. Te lo digo desde todo el cariño que alguna vez te tuve. La última pista del juego, y con ella se termina, está en el patio trasero de la granja. Hasta siempre. Espero verte pronto.”
Pese al calor del día, los dientes le castañeteaban de un frío que le brotaba del alma.
Caminó como un autómata hacia el lugar señalado, donde yacía Miguel, colgado de la rama de un añoso árbol, con los ojos salidos hacia afuera, todo morado, la lengua hinchada salida de la boca, rodeado de una nube de moscas tornasoladas.
Mariana comenzó a gritar con una fuerza que se desconocía, arrancándose el cabello.
Hasta que una pareja paseando la escuchó, no paró de hacerlo, y la encontraron ya casi pelada, orinada encima, y con las cuerdas vocales sangrando del esfuerzo bestial a las que habían sido sometidas.
La pareja, absolutamente aterrorizada ante el pavoroso espectáculo, llamó al servicio de emergencia.
Mariana fue ingresada a un hospital psiquiátrico, donde no volvió a emitir una sola palabra, y apenas le crecía un poco de cabello, se lo arrancaba cruelmente, por lo que optaron por tenerla permanentemente rapada.
Están en camino los cuerpos de Raúl y Miguel hacia mi funeraria.
El comisario Contreras me dio las notas del macabro juego de búsqueda del tesoro, cuando se cerró el caso.
He tenido que ponerlas en un recipiente, porque cada tanto, se empapan de sangre y gotean. No quiero dañar las otras piezas de mi colección.
No les diré nada sobre infidelidades. Creo que la historia habla por sí misma.
Por supuesto, pueden asistir a los velatorios, y ver las notas.
Los atenderé gustoso…
@NMarmor
Edgard, el coleccionista
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