La tradición del llanto
Yo no puedo llorar. Al menos no en público. Mi llanto lo guardo para los rincones más oscuros de la Morgue, dónde nadie pueda ver mis lágrimas amarillas. El tanatólogo menciona que me fue negado el derecho a llorar alguna vez, mientras estaba viva, y es por eso que ahora no puedo reflejar mi dolor libremente. Quizá necesite otro tipo de ayuda, alguien que llore por mí…
A lo largo de la historia y en diversas culturas, el lamento y la expresión del dolor han sido elementos fundamentales en los rituales funerarios. Un ejemplo fascinante de esta práctica se encuentra en la figura de las plañideras, mujeres contratadas para llorar y lamentar la pérdida de los difuntos. Aunque este oficio tiene raíces que se remontan a siglos atrás, su auge más significativo en México ocurrió en los años posteriores a la Revolución Mexicana.
Originarias del antiguo Egipto, las plañideras fueron testigos de una transformación cultural a medida que la tradición viajaba a través de los siglos y las civilizaciones. En México, específicamente en la zona central del país, estas mujeres alcanzaron su máxima relevancia en lugares como Michoacán, Querétaro, San Luis Potosí, Guanajuato, Ciudad de México y Estado de México. Su presencia no solo estaba ligada a la expresión del duelo, sino también a la resaltación de la vida del difunto.
San Juan del Río, en particular, fue un bastión para este oficio, donde los hacendados y personas de posición económica elevada buscaban los servicios de las plañideras para dignificar la despedida de sus seres queridos. Francisco Landeros Layseca, secretario de Desarrollo Económico, Empresarial y de Turismo de San Juan del Río, relata cómo este acto de llorar se convirtió en un honor, una forma de destacar la vida del difunto, ya sea resaltando sus virtudes oreconociendo sus defectos.
No obstante, estas mujeres no solo eran convocadas para despedir a personajes conocidos o adinerados. También se les contrataba para acompañar a aquellos difuntos que carecían de afecto o que habían fallecido solos. En este contexto, las plañideras no solo lloraban, sino que tejían narrativas sobre las virtudes del difunto, buscando la simpatía de quienes asistían al sepelio. Así, su papel iba más allá de la expresión de la tristeza; se convertían en contadoras de historias que daban significado al acto de despedir a los muertos.
Con el tiempo, la tradición de las plañideras ha evolucionado. Más de medio siglo después de su apogeo, San Juan del Río mantiene viva esta práctica a través del Concurso Nacional de Plañideras, una iniciativa que ha perdido parte de su solemnidad para transformarse en un evento más cómico. Participantes como Karla y su madre, Ana Patricia, han llevado su habilidad para el llanto y la improvisación a este concurso, coronándose campeonas en múltiples ocasiones.
Este fenómeno cultural también se ha adaptado a los cambios tecnológicos y las restricciones impuestas por la pandemia. Las ediciones de 2020 y 2021 del concurso se realizaron de manera virtual, atrayendo participantes no solo de diferentes partes de México, sino también de Estados Unidos, Costa Rica y Guatemala. La hibridez entre lo presencial y lo virtual demuestra la capacidad de una tradición ancestral para adaptarse a las circunstancias contemporáneas.
No obstante, mientras el concurso se mantiene, el papel de las plañideras ha experimentado una transformación significativa. Atrás quedaron los días en que estas mujeres eran contratadas para tejer cuidadosamente la narrativa del difunto. En la actualidad, el evento se ha convertido en una representación más lúdica, donde el llanto se mezcla con la improvisación y el humor.
Las plañideras no solo ofrecen un vistazo a una tradición cultural única, sino que también resalta la capacidad de las costumbres ancestrales para evolucionar y adaptarse. Las plañideras, desde su origen en el antiguo Egipto hasta su participación en concursos contemporáneos, han sido guardianas del dolor y la expresión emocional, sirviendo como testigos de la complejidad del duelo a lo largo de la historia
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