Magia Negra
Sara vivía en una ciudad gris. El cielo siempre estaba cubierto de nubes espesas que no dejaban pasar la luz del sol.
Ella vivía al final de una calle, todas las noches bajaba del tren que la transportaba hasta su zona y caminaba mirando al suelo fijamente.
Le habían ducho que si no veía a las personas ellos no interactuarían con ella. Caminaba rápido, nunca se detenía, pero había quienes la forzaban a hacer una pausa.
Al poco tiempo aprendió a cargar con una navaja escondida bajo el brazo. Siempre la apretaba cuando sentía pasos cerca de ella.
Una vez tuvo que usarla. Ahora el filo estaba manchado de sangre seca, Sara lo conservaba sucio porque creía que era un trofeo, la hacía más fuerte.
Una noche mientras caminaba de vuelta, su navaja empezó a vibrar, sintió una gran necesidad de sacarla de su manga. La sostuvo en su mano y la navaja se sentía caliente, la sangre seca parecía ahora líquida. Empezaba a quemar su mano, quiso soltarla pero no se atrevía a dejarla ir.
Caminó con la navaja quemándola; empezó a gemir tratando de controlar un grito de dolor pero el arma parecía atravesar su piel.
Corrió a su casa pensando que al llegar podría dejarla en un lugar seguro donde dejara de quemarla pero la navaja parecía gritarle qué quería.
En la puerta de la entrada de su casa la navaja encontró lo que buscaba. Cuando Sara se dio cuenta estaba cubierta en sangre, había acuchillado a un hombre que se escondía entre las sombras cerca de su puerta.
A diferencia de lo que pensaba, se sintió bien. Sonrió al ver el cuerpo que la quería lastimar ahora muerto bajo sus pies.
Poco a poco la navaja comenzó a empoderarla, entre más se cubría de sangre nueva más parecía que moría de sed y exigía más. La magia dentro de la navaja la volvía más fuerte, sus pasos eran más firmes y poco a poco dejó de ser ella quien miraba al suelo mientras caminaba.
La ciudad que habitaba Sara seguía siendo gris, las nubes seguían cubriendo el sol, pero ya no había más hombres escondidos en las sombras, ya no había depredadores esperando en las esquinas, Sara ha limpiado el lugar por completo y cada vez su navaja tiene más sed.

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