MAMÁ JOSEFA
Autor: Ailton Téllez Campos
Mamá Josefa y Arturo eran inseparables. Desde temprana edad, Arturo había sido como la plastilina de mamá Josefa. Moldeado en todos los aspectos; desde su forma de vestir, hasta la selección de sus actividades extraescolares, incluyendo su carrera universitaria.
Aunque mamá Josefa estaba postrada en cama la mayor parte del tiempo, se la pasaban muy bien juntos: Ella tejiendo y él lagrimando por las desgracias de los protagonistas de las telenovelas. Hasta que una mañana, el corazón de mamá Josefa se detuvo. La mente de Arturo no paró de dar vueltas en todo ese día. <Tú y yo siempre estaremos juntos>, escuchaba una y otra vez la voz de mamá Josefa. Por lo que, a media noche, su impulso lo hizo dirigirse al cuarto de herramientas y después de escudriñar entre telarañas y fierros oxidados, eligió un hacha de mango largo que todavía se encontraba en buen estado. Con torpeza, ya que ni un desarmador sabía utilizar, colocó el cuerpo de su madre en el suelo y comenzó a cortar cada una de las extremidades. Los brazos fueron los más fáciles de desprender del cuerpo por lo delgaditos que eran. Era como quebrar dos varitas de madera. Pero con las piernas y el torso, la cosa se complicó. Tuvo que poner más fuerza y mejorar la precisión en sus cortes. Cuando terminó, el cuarto estaba hecho un desastre. Parecía que había llovido dentro de la casa. Tuvo que limpiar a conciencia cada rincón de la habitación. Luego se dedicó a rebanar las partes de mamá Josefa en finos cortes y los colocó en bolsas al vacío en el refrigerador, como en los supermercados.
A partir de ese momento, Arturo fue el hombre más feliz sobre la tierra. Nunca más iba a estar separado de mamá Josefa. Sobre todo cuando estuviera masticando en el comedor, un trozo de la delicada carne frita de su madre.
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