NUEVO CUERPO EN LA MORGUE
Autor: Yolanda Bardales
Ha llegado un nuevo cuerpo a la morgue.- Escuche decir al perito de la guardia anterior.
-Tengo servicio, pero Laura puede realizar el estudio fotográfico y el reporte, exclamó mi superior . El médico, es la doctora Morales, conoces sus reglas y la seriedad de su trabajo.
Tiene cuatro meses que llegué a realizar prácticas profesionales en Servicios Periciales, y soy de las pocas practicantes que tolera una necropsia.
Instantes después el jefe de mi guardia me ordenó realizar el reporte y el estudio fotográfico del nuevo cuerpo en la morgue. Tomé una cámara, una regleta y mi libreta de notas, es la décima necropsia en la que apoyo y he perfeccionado mis estudios fotográficos.
Ingreso al área de necropsias, la médico aún no llega. El cuerpo reposa en la plancha, controlo mi ímpetu por tocarlo, las reglas son sencillas: No toco, únicamente coloco regleta y realizo el estudio fotográfico.
Analizó el cuerpo, visualizo las fotos que debo tomar y dónde enfatizar: tiene una fractura en la pierna derecha, lo puedo notar, incluso con las ropas puestas.
Conforme mi mirada avanza, observo su delgadez, la forma de sus manos, la tez de su piel, su delgado cuello; el semblante de su cara transmite calma y paz y su negro cabello combina con su tono de piel. Nunca recuerdes una cara me repito, te atormentará. Pero como olvidar tal rostro, de haberlo conocido en otras circunstancias seguramente el día de mañana les platicaría a mis amigas de un chavo súper guapo que conocí.
La doctora ha llegado, después de un saludo me pide apoyo para retirar las ropas, la rigor mortis no se ha manifestado, lo que facilita el trabajo. Conforme retiramos el pantalón confirmo la fractura y varios otros dedos fracturados.
Una vez que la ropa ha sido retirada en su totalidad, la doctora me da tiempo para fotografiar laceraciones en brazos; laceración en el pecho consistente a la fricción por el cinturón de seguridad; contusiones en extremidades superiores e inferiores.
Al término del estudio fotográfico anoto las lesiones y espero a que la doctora se disponga a continuar con el estudio interno del cuerpo.
Toma el escalpelo y lo coloca sobre la garganta, a diferencia de las demás necropsias a las que he asistido, no comenzará en el cráneo.
Detengo mi escritura para observar su técnica de abrir la cavidad torácica, repito en mi cabeza sus instrucciones: No tocar.
Al instante en que el escalpelo se introduce en su piel, un chisguete de sangre se proyecta a toda velocidad hacia los ojos de la doctora, mientras ahoga un grito de horror y desesperación.
Sentí como mis negros ojos salieron de sus órbitas, mi libreta y pluma cayeron al suelo y por única vez rompí la regla de no tocar.
Coloque mis manos sobre la herida que no dejaba de sangrar. La cara del joven contrajo la mandíbula en una expresión de dolor que jamás olvidaré.
¡Una ambulancia, necesitamos una ambulancia, está vivo!.- Exclamé
Tan pronto terminé la oración la doctora calló mi voz con su mano: Perderé mi licencia, mi trabajo. Los paramédicos lo revisaron y ¡estaba muerto! Iremos a la cárcel, todos
La doctora forcejea con mis manos para retirarlas de la herida mientras me repetía que estaba muerto, que no había nada que hacer.
Cansada de forcejear, me derrumbo en el piso, no dejo de repetirme que soy cómplice de un homicidio, no he terminado mi carrera, tengo veintiún años y puedo ir a prisión, las palabras: homicida en mi cabeza me dejan en estado de shock.
La doctora se hinca a mi lado, me pide tranquilizarme mientras limpia mis lagrimas. Me ayuda a quitarme la bata bañada en sangre.
Lavo mis manos con tanta fuerza que lastimo mi piel, quisiera arrancármelas, sacar su sangre de mi. Ya no hay gritos ni forcejeo, un lúgubre silencio inunda la sala.
La doctora limpia el cuerpo que ha quedado con una expresión de dolor y sufrimiento, toda paz y calma se ha borrado. No queda sangre en el piso ni en la plancha y las únicas respiraciones en la sala son femeninas.
Se acerca el amanecer, mi reporte coincide con el reporte médico legal, conclusión: heridas internas que derivaron en la muerte, coincidentes a las generadas por hechos de tránsito.
Al término de mi turno el perito a cargo aprueba el estudio fotográfico y el reporte.
Me dirijo a la salida cuando escucho: un nuevo cuerpo ha llegado a la morgue, mi piel se eriza mientras mi rostro replica la cara del joven de cabello negro, dolor, sufrimiento y olor a hierro inundan mi mente.
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