Perder la cabeza
Te regalo mi cabeza a cambio de paz,
te la cambio por una noche de soñar, por cerrar los ojos y realmente dormir.
Te regalo mi cabeza con pesadillas y tú
devuélvela vacía, ligera.
Te la regalo sin pedir nada a cambio, te la doy para que sea tuya
y estas ideas ya no me pertenezcan más.
Así eran los rezos en el infierno.
Salen voces que hacen ecos en sus cajas, voces de labios secos y carne echada a perder.
Le rezan a quien escuche, le rezan a quien les pueda cambiar de lugar al menos por un momento.
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