Piérdeme
Hoy prendí una veladora negra en mi habitación, lo hice mientras repetía una oración que aprendí de niña, esa oración que llamaba a la protección, a que se fuera el miedo por sentirme acompañada, pero esta vez le cambié la letra.
Mis labios se movían en silencio mientras rezaba por esta vez estar sola, no pedía compañía sólo pedía quedarme sola.
La veladora negra se consumió con el paso de los minutos, estuvo acompañado de una ofrenda, un pequeño puño de mis cosas favoritas, es mi ofrenda para la Muerte, así le pido que deje de acecharme, que deje de entrar a mi cama mientras duermo, le pido que por una noche me deje descansar lejos de ella.
Mi cuerpo ya no resiste el pelear en su contra, mi habitación se ha llenado de más tristezas que de luz y sólo me queda este ritual como última voluntad para pelear.
Durante la oración rezaba porque Ella me perdiera, porque se le olvidara dónde encontrarme, pero Ella tiene memoria
Mi cuerpo tiene un olor que la llama, la hace querer compartirme con quien se le apetezca probarlo, le pregunto por qué si tanto dice que me cuida por qué me deja caer en esas manos y ella sólo sonríe.
Le digo Querida, la beso, le lloro todo lo que puedo, pero su mano sostiene la mía con tanta fuerza que sé que no se irá. Me cubre con una cobija que parece un plástico negro, le grito que no puedo respirar y ella me pide que me calle, que no haga esto más difícil...
Despierto en una camilla metálica, ya no hay lágrimas dentro de mí, quisiera llorar, pero ya no hay por qué, los muertos no lloramos, el llanto es vida y esa ya se nos fue. Me siento a esperar que alguien llegue, pero sólo viene Ella, le digo cuánto le pedí que se alejara, cuánto le pedí un momento más, ella sólo sonríe y me dice que estoy mejor aquí.
Ella me convence de que pronto todo se me va a olvidar, no habrá por qué querer llorar; la miro y sonrío
-¿Por qué eres así? - le digo
-¿Así cómo?
- Como nunca nadie ha sido conmigo, pero como todos debieron de haberlo sido...
Al terminar de hablar Ella sostuvo mi mano de nuevo y me volvió a cubrir, me sentí de vuelta en la cama de mi habitación, me sentí protegida y que esta vez no había por qué rezar.
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