Todas las noches antes de dormir miraba debajo de mi cama, quería convencerme de que no hubiera nadie debajo. Todos hablan de los monstruos y yo no quería encontrar uno acechándome.
Los monstruos comen carne blanda me decían todos les gusta el sabor a dulce.
Mi piel es suave y mi cabello siempre huele a dulce, tengo todo para atraer a un monstruo. No sé dónde se pueda esconder si debajo de mi cama o dentro del clóset pero cada noche al cerrar los ojos escucho sus gritos lastimando mis oídos y puedo escuchar sus garras arrastrándose por el piso.
He llegado a llorar en mis sueños, me da miedo que encuentre la forma de salir de su escondite y destroce mi cuerpo.
Hace unos años me enseñaron que los cuerpos de las niñas no se tocan, pero esta regla no aplica para monstruos, ellos muerden, rompen huesos y al final se quedan la piel para saborearla.
En momentos despierto y aun con el brillo del sol se escucha el monstruo gruñendo, no sé cómo me ha seguido hasta aquí, bajo el sol a la vista de todos.
Me tiré al suelo gritando esperando que alguien lo notara y lo alejara de mí, pero eso no pasó, todos se alejaron. Parece que nadie más lo puede ver pero yo lo siento tan cerca, ¿Dónde está?
Corrí lejos de la gente y llegué aquí, viendo todo el mundo debajo de mis pies. El monstruo sigue gritando dentro de mi cabeza que dé el siguiente paso, que salte. Puedo sentirlo tan cerca que casi me roza con su saliva y cómo sus garras me abrazan cerca de él.
Su voz se hace más fuerte, sus gritos son cada vez más desesperados, me pide que salte.
Lo escucho gimiendo "salta, salta, salta" no dice más, sólo es una orden.
Veo a mi alrededor y sé que él no está aquí conmigo, está dentro de mí.
Doy el siguiente paso y caigo, tal vez si al caer me golpeo en la cabeza el monstruo se vaya, tal vez me deje de seguir.
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