Un viaje con el Cuervo
El Cuervo conocía el camino al infierno como si ese lugar fuera su hogar. Confié en él y lo dejé guiarme, hoy era el día en que íbamos a viajar juntos al nivel más profundo.
Yo había hecho el recorrido antes, pero nunca a dónde íbamos a ir hoy así que estaba nerviosa. El Cuervo notó mi corazón palpitar más rápido e ideó un plan: yo iba a caminar siguiendo sus instrucciones pero mis ojos siempre iban a estar cerrados, prometí nunca abrirlos sin importar lo que escuchara.
Me recosté en la cama, como él lo pidió, cerré los ojos y sentí cómo de mi boca salían palabras que yo no conocía. Poco a poco descendimos al infierno.
Yo conocía la entrada así que no me vi tentada a abrir los ojos. Caminé sobre los cráneos incrustados al suelo y sentí manos jalando mis tobillos, pero seguí adelante.
El Cuervo susurraba dentro de mí que siguiera de frente. En un momento me pidió detenerme y de nuevo salieron de mi boca palabras en un idioma que yo no entiendo.
Las instituciones eran muy claras pero el ambiente se iba haciendo más pesado. Sentía un olor a azufre cubriendo mi nariz e irritando mis ojos pero sabía que no debía de abrirlos.
Seguí caminando hasta que escuché otra voz ajena a la del Cuervo dentro de mi cabeza. Me detuve de golpe y casi abro los ojos pero sentí las alas del Cuervo tapándome los ojos. Por un segundo vi un abismo repleto de cuerpos flotando, gritando y ojos viéndome fijamente. Quise gritar pero debía de continuar, le había prometido al Cuervo que lo iba a lograr.
Descendimos más, sentí cómo mi cuerpo se caía y flotaba. Ahí la voz en mi cabeza comenzó a gritar, me daba instrucciones de cómo hacerme daño, me ordenaba abrir los ojos. Yo lloré porque sabía que esa voz era la mía y que me estaba advirtiendo que si continuaba este camino con el Cuervo no habría vuelta atrás; pero no le hice caso y seguí.
El Cuervo me indicó que ya podía abrir los ojos. Lo hice y me vi sentada en un árbol, en la rama y él estaba a un lado mío, su forma no era la de un ave, parecía ser el esqueleto de lo que alguna vez fue humano. De sus huesos salía un humo negro que se confundía con plumas, vi su cara, por primera vez vi el rostro de un hombre.
Miré hacia abajo, como me lo indicó, y encontré su cuerpo roto debajo de nosotros. No tuvo que decirlo pero sé que estábamos en lugar en el que todo empezó.
Me miró fijamente y yo asentí, acababa de comprometerme a este nuevo camino. Él abrió mi boca con sus manos y se metió en mi cuerpo. Me llené de oscuridad, pero a la vez sentí paz, ahí, en lo más profundo del infierno, por unos minutos fui feliz.
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