Ver en la oscuridad
El Cuervo había cerrado la puerta a nuevos humanos, había borrado historias de su memoria, cada día se encerraba más en ese mundo donde sólo él vivía y me estaba llevando con él.
La Morgue puede ser un hogar para todos los monstruos siempre y cuando ellos quieran encontrarlo, pero cuando uno se va al lado oscuro es muy difícil hacerlo volver.
Todas las noches yo dormía con la esperanza de que al amanecer despertaríamos de esta pesadilla pero la habíamos traído al mundo real. Empezó con la cama llena de huellas negras, luego fue evolucionando, el techo del cuarto parecía infinito, la luz se había ido y no reconocía dónde estábamos; entonces escuché una risa a lo lejos que me pareció conocida, esa risa que no se burla pero que trae consigo todas las sombras: las Tristezas habían llegado.
El cuerpo del Cuervo era tan pesado que no podía cargarlo, me recosté en la cama y lo sentí invadiéndome, pero no estaba realmente ahí, algo lo había hecho querer huir de este mundo y se estaba refugiando en otro.
Las Tristezas jugaban a las escondidas bajo nuestra cama, cada que salía una risa de su boca iba acompañada de un humo espeso que iba cubriendo la habitación y la iba volviendo niebla. Ese humo era tóxico, inhalarlo les deba permiso de entrar en mi cerebro.
-Despierta Cuervo, ayúdame
Le pedí en repetidas ocasiones pero no regresaba, estaba muy lejos.
-Por favor, no me dejes sola, no aquí.
De nuevo sólo silencio.
En un momento la neblina fue tan espesa que no podía ver nada, era igual si cerraba los ojos o los abría; así que me levanté, me puse de pie sobre la cama y decidí hacer frente a las Tristezas, ellas se hincaron y me vieron desde el piso. Les pedí que me devolvieran al Cuervo, que lo trajeran de vuelta de donde sea que estuviera.
-Pero, si tú eres el Cuervo. - contestaron ellas confundidas.
Entonces mi vista se aclaró y pude ver en medio de la niebla, la oscuridad no se había ido pero yo me había vuelto parte de ella.
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